Familia numerosa, en una casa de costumbres, en la ciudad de costumbres por excelencia.
Yo crecí viendo como mi hermano el mayor se volvía loco con las letras de una comparsa de un tal Martínez Ares.
Después llegaba cuaresma, y cuando ya abría el naranjo sus flores, dejando un aroma inconfundible por los callejones de un barrio de Santa Cruz, no era el perfume del azahar, era Sevilla pura colándose dentro de sus sevillanos. Llegaba el 3 de Marzo y mi casa olía a miel, ya estaban las torrijas preparadas, como todos, absolutamente todos los años.
Semana Santa, Domingo de Ramos, y después de ir a misa, me voy a un rincón de San Martín, a casa de una familia, que a parte de llevar Blanco de apellido, también lo llevan como silencio, y donde se respira tradición por cada una de sus esquinas. Llega el Miércoles Santo y mi salón se llena de túnicas color azul de abotonadura blanca muy bien planchadas, faja y costal, hoy nos vamos al Arenal, aquel barrio donde se crío mi padre y donde perdió el sentío por una Morena a la que guardan dos angelitos jugando a toreros. El Jueves Santo es puro espectáculo ver a mi madre, morena de pelo negro y ojos verde agua, ponerse una mantilla negra y que salga derrochando elegancia a cada paso. Caerá la noche, e iremos a casa del abuelo, junto a la Magdalena, unos a prepararnos para la Madrugá del Viernes Santo, mi hermano para que mi abuelo y mi madre le echen la túnica del Gran Poder, eso quedará por siempre en su memoria. Y volveremos a ver andar al nazareno, y a mi padre se le cortará el aliento cuando llegue la Reina de la Calle Pureza, aquella virgen guapa a la que su madre le cantó saeta...
Aún estamos guardando túnicas, que mi madre ya saca los trajes de volantes, mi hermano el mayor afina la guitarra, mi hermana saca flores y mantones, y mi hermano va poniendo libros en el ala del sombrero, y sacando chaquetillas. Y es que yo desde mi ventana veo como Sevilla baila por sevillanas en un Real compuesto por calles de adoquín y albero y cielo de farolillos.
Ha llegado mayo, y empezamos a desesperar, esto si es lo que hemos contado día a día, mi padre saca sombrereras, engrasa zahones, "Cristina, venga que tenemos que ir a limpiar la carriola, que se nos echa el tiempo encima", mamá ya tiene hecha la manteca colorá con lomo y las batas bien planchás, ya solo hay que llevarle a Fulgencia y Manué los havios pa´las comidas. Jueves por la mañana y cada uno nos colgamos nuestra medalla, nos vamos a la misa de Romeros, que Sevilla señores, ¡se va al Rocío!. Y jamás hemos pisado camino, si no es con el mismo nombre que lleva nuestro rincón del patio, Cristina y Antonio.
Señores, con una casa y familia así, que venga alguien y me explique, como no va gustarme todo.. ¡y a quién no le gustaría!